Tosca de Puccini

Intérpretes: Ana Lucrecia García, Tosca. Facundo Muñoz, Cavaradossi. Jorge Tello, Scarpia. Darío Maya. Cristian Díaz. Julen Jiménez. Aitor Kamiruaga. Andomi Saobe. Coro Universidad de Navarra (Eki Ocaña, dirección). Coro de la Agao (Javier Echarri). Orquesta Sinfónica Universidad de Navarra. Liuba Cid, dirección de escena. Borja Quintas, maestro director y concertador. Lugar y fecha: MUN. 16 de abril de 2024. Incidencias: Lleno (38 euros).

Lo más positivo, a mi juicio, de las dos funciones operísticas programadas por el MUN, es la inclusión, en una universidad, de la más alta cultura musical. La ópera, en efecto, implica al todo el universo artístico, desde el diseño, hasta la composición musical, pasando por el teatro o las técnicas de proyecciones visuales: éstas, en algunos momentos, por cierto, muy bien traídas. El éxito de la función que nos ocupa, radicó, más bien, en el encuentro de un público joven con la ópera –aplaudida a rabiar–, que en la alta calidad de la versión. Tosca es una obra muy comprometida para los solistas y para la orquesta, y aunque el dramatismo de su argumento fluyó con comprensión y momentos emotivos, algunos tramos –sobre todo en los agudos– de los solistas, no fueron del todo brillantes.

Sí que estuvo bien solucionada la puesta en escena. Liuba Cid, con recursos sencillos pero de contundencia visual, solucionó la escena de la pintura con formatos grandes de la Virgen; el Te Deum, ayudándose de proyecciones; la sordidez de la tortura –con un edificio en ruinas–, y el final, que, aunque no tuvo salto de la soprano, sí que el efecto se salvó con el velo cayendo de lo alto. Acertados, también, el vestuario y la iluminación.

La dirección musical de Borja Quintas fue la adecuada, tanto en el tempo elegido, como en el respeto a los cantantes. El tempo fue ágil, como corresponde a los mimbres que tenía: no cabe dilatar más la intensidad en una orquesta más bien amateur. Y el volumen nunca tapó a los solistas. En esto, el foso del teatro juega a favor de los cantantes. De todos modos, disfrutamos de buenos solos instrumentales, como el fraseo impecable del clarinete en la última aria de la soprano.

La venezolana Lucrecia García compuso una Tosca creíble, con voz de calidad suficiente en el centro, aunque en los agudos –sobre todo al final–, tuvo que echar mano de recursos dramáticos para solventarlos. Facundo Muñoz, como Cavaradossi, tiene muy buena planta para su rol, y, también, se defiende bien en la parte central, pero el agudo se le va para atrás, quedando opaco. Jorge Tello borda su malvado personaje, Barón Scarpia, tanto vocal como teatralmente. Voz amplia y autoritaria, de impecable dicción, llenando la escena con su presencia y la sala con su voz. Los secundarios se defendieron bien, con un buen Julen Jiménez en Spoleta, y una más que correcta Leire Lucas como pastorcillo. Darío Maya, Cristian Díaz, Aitor Kamiruaga y Andoni Saobe, cumplieron.

El coro, sin ser espectacular, salvó la situación del momento álgido de su intervención (El Te Deum), gracias al empuje de la orquesta, que ahí sí que se lució.

En resumen, fue una apuesta arriesgada y fuerte del ciclo Cartografías de la música, más dedicado, en otras ocasiones, a la música contemporánea y de cámara. Esperamos que sirva para crear afición a la ópera.