Praga, Viena, Budapest y otras muchas ciudades europeas han sabido conservar sus viejas estaciones de tren como joyas arquitectónicas. Salvando las distancias la estación de San Jorge es un edificio que merece la pena preservar. Necesitamos experiencias de este tipo a la hora de viajar. Conocer el patrimonio más singular de cada ciudad y que nos hable de su pasado. No será la nuestra una catedral de la modernidad pero data de 1860 y tiene un historia que contar.

Y más viendo el diseño de la nueva de Etxabakoitz (una caja más de esos mecanos que ahora se construyen). El nuevo proyecto plantea tirarla y levantar 1.712 viviendas entre vías dejando una plaza de recuerdo. La propuesta de Pamplona para mantenerla –una vez que se construya la nueva del TAV, vete tu a saber cuándo– es más que un gesto de nostalgia para no ser una ciudad desmemoriada. Es la historia de un barrio que vio crecer durante décadas viviendas, almacenes, fábricas y todo el proceso migratorio de la ciudad junto a las vías del tren. En realidad todos guardamos una pequeña historia en ese apeadero.

Cómo no recordar las noches en aquellos vagones de coche-cama que nos llevaban a Barcelona para pasar el fin de semana y regresar el lunes por la mañana.... Por no decir que se abrió con la apertura del tramo Caparroso-Pamplona de la línea férrea que pretendía unir Zaragoza con Navarra. 164 años después seguimos esperando a unirnos con la ciudad aragonesa pero para correr un poco más. Y a otro precio, claro.