El pasado viernes, como todos los años, tuvo lugar la Carpa de primavera organizada por el alumnado de la UPNA. Miles de jóvenes asistieron al evento. En mi humilde opinión, tenemos pendiente valorar en profundidad este acontecimiento, con todo lo bueno que tiene, pero también, con sus consecuencias negativas; que también las tiene; aunque no sea muy popular resaltarlas. Me quiero detener en los profesionales de la limpieza del Ayuntamiento que, año tras año, más allá del gobierno de turno, a las pocas horas de que una concentración de miles de personas haya puesto el cierre, dejan las calles aledañas a la Carpa, como si nada hubiese ocurrido. Rapidez y profesionalidad les caracterizan. Y creo que es un lujo que debemos valorar.

En una sociedad cada vez más exigente, es muy bueno poner en valor cuando hay profesionales que están a la altura y cuando las cosas se hacen bien, no sólo destacar lo que va mal; que es el modo de mirar que más abunda. Junto a estos profesionales de la limpieza hay otros que no reciben la valoración social que merecen. Son profesionales olvidados, poco populares, que pasan casi desapercibidos pero cuya labor es estratégica para la sociedad. Estoy pensando también en profesionales tan diversos como los jóvenes educadores o trabajadores sociales que atienden a nuestros menores en los centros de acogida o a las personas sin hogar, en los albergues. O en las mujeres, muchas veces migrantes, que cuidan y atienden con ternura de nuestros mayores.

Una sociedad madura y también sus ciudadanos no puede dejar de valorar lo importante; así como agradecerlo.