Mientras España contiene el aliento a la espera de que Pedro Sánchez decida qué va a hacer con su vida (y la de todo el país), nos quedamos en casa para echar una ojeada posterior de domingo a domingo.,

Como suele ser habitual, tras la jornada electoral del pasado domingo todos los partidos concurrentes están encantados de haberse conocido, o sea, satisfechos del resultado obtenido. Y así lo expresan en cuanto se les pregunta, reiterando las albricias proclamadas tras el recuento final. Bueno, en este caso todos no, porque en uno, Elkarrekin Podemos, el descalabro había sido tan notorio que cualquier declaración positiva hubiera sido un insulto a la inteligencia. Y bueno, pasado el capítulo de los parabienes, no estaría de más echar un vistazo desapasionado a nuestras complacidas familias políticas.

Comenzando por el ganador oficial, EAJ-PNV, creo que hay más sensación de alivio que de euforia. En el Haber, continúa siendo el más votado, se ha evitado el sorpasso y se asegura cuatro años más liderando el Gobierno sin necesidad de recurrir a nadie más que a su socio habitual. En el Debe, sigue el goteo a la baja de sus votantes, se aproxima peligrosamente el fin de su hegemonía y se evidencia el alejamiento del voto joven.

Siguiendo por el ganador virtual, EH Bildu tiene que seguir esperando a pesar de que haber celebrado el resultado con un entusiasmo a la americana. En su Haber, un espectacular aumento de votantes, el liderazgo en dos de los tres territorios, la incorporación de los votos de espacios hasta ahora ajenos a la izquierda abertzale y una campaña moderada en imagen y en mensajes. En el Debe, el fracaso del nuevo intento por arrebatar la hegemonía abertzale al PNV, la insuperable dificultad para lograr acuerdos con nadie y la histórica asignatura pendiente de su regeneración ética.

Tercero en la familia, el PSE exultante. Aquí y en Madrid. En su HABER, un aumento en votos y en escaños que confirma su mensaje electoral de fuerza decisoria, una consolidación como partido clave para cualquiera que sea la opción de gobernanza en una imposible mayoría absoluta y la oportunidad para exigir una mayor y más contundente presencia en el Gobierno. En su DEBE, la pérdida de la supremacía en sus feudos históricos como Irun o Eibar y su destino forzoso a que le sigan acusando de muleta del PNV. El resultado obtenido, a su vez, refuerza la alianza múltiple de Pedro Sánchez en el conjunto del Estado.

Le sigue el PP, que también, en su modestia, gana en votos y suma un escaño, lo que ha sido celebrado con entusiasmo y un punto de consuelo. En su HABER, su modesto resultado al alza y la comprobación de que ha acertado con el candidato e incluso con su estilo menos beligerante que el de su partido en el Estado. En su DEBE, que todavía no ha salido de su situación de marginalidad en la política vasca, no ha logrado neutralizar a Vox y la gran decepción de resultar prescindible para cualquier opción de gobierno.

De los más nuevos de la familia, la denominada –no sé por qué– Izquierda Confederal, poco más se puede decir que apenas ha sobrevivido a su propio descalabro. En su HABER, el agónico salvamento de muebles de Sumar y el mero hecho de que pueda escucharse su voz en el Parlamento de Gasteiz, En su DEBE, el lamentable espectáculo de sus personalismos cainitas, su feroz campaña contra un PNV considerado como enemigo y la nostalgia residual de un Elkarrekin Podemos, quién te ha visto y quién te ve. O ya no te ve.

De Vox no hablo. Como si no fuera de la familia.