La segunda planta del Palacio de Navarra escondía un tesoro bajo la alfombra. En 1935, los hermanos Yárnoz culminaron la última gran reforma del edificio, acometida al tiempo que Pamplona estrenaba una de sus arterias principales, la avenida Carlos III.

Para el suelo, importaron unos mármoles parisinos con un mosaico hexagonal, muy a la moda en aquellos tiempos. Con el paso de los años, sobre esos mármoles fueron parcheándose otros suelos al ritmo de otras reformas menores o de cambios de estancias.

La estructura, en riesgo

“Durante la reforma descubrimos que en el Palacio habían ido acumulándose varias capas de suelos distintos, unos encima de otros”, cuenta Asiáin durante la visita. Por ejemplo, en el momento de iniciar las obras, en 2021, había una moqueta colocada hacía décadas.

Esto generó dos problemas. Por un lado, el más obvio: suelos de un valor mucho menor ocultaron unos mármoles de importación. Pero, sobre todo, la acumulación de peso en los suelos sin ningún tipo de cálculo estructural puso en riesgo los propios cimientos de la segunda planta del Palacio.

Ahora, la reforma ha recuperado el diseño original para el nuevo suelo, de un material mucho más resistente, menos aparatoso y más eficiente para los cerramientos térmicos y el ahorro energético. Y estos ya no volverán a cubrirse con una moqueta. 

Las ‘últimas baldosas’

Un piso en Diputación. Solo hay un sitio en todo el Palacio donde todavía quedan unos pocos petachos de aquellos mármoles originales. Están escondidos en las escaleras de una estancia que durante años pudo ser la residencia del secretario de Diputación. “Nos dimos cuenta que esto había sido una vivienda particular porque había una puerta con mirilla y nada más entrar, un baño a la derecha”, explica Asiáin. La reforma ha transformado todo ese espacio en una nueva sala donde trabajarán los letrados y funcionarios del servicio de Asesoría Jurídica del departamento de Presidencia.